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domingo, 15 de noviembre de 2015

Estoy en crisis

   Desde hace algún tiempo estoy en crisis, pero no económica... bueno sí, también, pero que me refiero a otro tipo de crisis más profunda, más compleja y de más difícil solución: una crisis existencial.

   A mis veinticinco me encantaba la vida que tenía: tenía trabajo fijo en la empresa familiar, donde veía un futuro laboral y económico estable, tenía ilusión por ir a trabajar cada día, estaba amueblando mi casa, tenía a un hombre maravilloso al que quería con locura y que me quería de la misma manera, tenía mis grupos de amigos en las mismas circunstancias y con las mismas inquietudes, en resumen, tenía una vida que me encantaba y una autoestima a prueba de bomba que me hacía ver el futuro como un viaje maravilloso que estaba deseando emprender.

   Pero la vida tiene esos giros sorprendentes y, en ocasiones, desagradables, de manera que al año siguiente todo se tambaleó y comenzó a caer haciendo un efecto dominó que convirtió mi vida en algo que, por más que lo mirase, no era capaz de reconocer como mío y que no sabía por dónde coger. Me llevó tiempo, años, recoger todos los cachitos desperdigados tras la hecatombe y encontrarles un nuevo hueco, porque en el que antes estaban, ya no encajaban.


   Y así me encuentro hoy, con taytantos años y un futuro bastante incierto. No tengo pareja, no tengo trabajo fijo, la formación que tanto esfuerzo me costó adquirir, ahora es insuficiente y sin tener del todo claro lo que quiero hacer con el resto de mi vida.

   ¿Triste? pues no, qué queréis que os diga.


   La cuestión es que esa crisis existencial en que me vi, y todavía me veo, sumida está siendo más una bendición que otra cosa, aunque cualquier persona sensata lo vería como todo lo contrario: en el terreno sentimental no levanto cabeza, o no encuentro nada que me llame la atención, o encuentro falta de compromiso, poca inteligencia emocional o incluso quien sale corriendo sin dejar rastro (lo juro, me ha pasado con uno... igual lo han secuestrado las FARC y yo aquí pensando mal); en lo laboral estoy ya bastante cansada de dar tumbos de un lado a otro y no tener ni ingresos ni un horario fijo al que acomodarme para poder relajarme; en lo formativo estoy teniendo que gastarme una pasta que no tengo para ser competitiva frente a gente con más titulaciones y menos edad; con los amigos ya no me encuentro, al menos con los de toda la vida porque están teniendo hijos como conejos, y me busqué distintos grupos bastante diferentes, en varios de los cuales soy la mayor con gran diferencia; tengo el pelo gris y me saca de mis casillas ver que las raíces salen con una rapidez pasmosa, engordo con una facilidad de record guiness y tengo dolores corporales con regularidad.... ¡ah! y me acabo de descubrir arrugas en el contorno de los ojos.

   ¿Por qué, entonces, no admitir que todo es un asco en vez de negarlo? Porque todo lo que me pasa, todo lo que conlleva esta crisis existencial, tiene un gran encanto si se mira con la perspectiva adecuada.


   La falta de estabilidad emocional me está permitiendo conocer gente nueva, diferente, tener experiencias muy variadas y aprender de cada una de ellas, además, que la cosa no vaya bien no quiere decir que no la haya disfrutado en lo que ha durado... sobre todo, una va descubriendo lo que NO quiere de una relación y, lo más importante, aprende a valorar los momentos de soledad y de amor a sí misma, que al final es la persona con la que vamos a compartir el resto de la vida. 

   La falta de estabilidad laboral me ha permitido picar en muchos sectores y descubrir que se me dan bien cosas que nunca habría imaginado... si al terminar la carrera me hubieran dicho que habría acabado de docente, me habría reído hasta caerme al suelo.

   La precariedad económica ha permitido que valore más los pequeños y gratuitos placeres de la vida, como una tarde paseando en buena compañía o una caña con tres amigas riéndonos a carcajadas... Vivo pensando en vivir el hoy sin pensar demasiado en el mañana porque tampoco puedo hacer planes a largo plazo. Los grandes viajes a todo tren, las cantidades ingentes de ropa nueva y la ruta 66 pueden esperar, e incluso no llegar nunca, siempre que pueda apreciar los pequeños placeres gratuitos de la vida, el dinero será secundario... ¡seguiré tirándome a las ofertas de Springfield! Prada tendrá que esperar.


   Tener que salir de mi zona de confort en lo relativo a los amigos, ha hecho que conozca gente increíble que en otras circunstancias no habría conocido, cada grupo me aporta cosas muy distintas, a cada uno le necesito en un momento diferente y, si algo va mal y necesito ayuda, todos acuden en masa sin ser llamados.

   Mis canas son producto de que cumplo años, ¡gracias a Dios!, mis dolores corporales los tengo porque no paro de moverme de un lado a otro, a veces dando tumbos, a veces dando muchas vueltas y a veces bailando, pero me muevo. Las arrugas son producto de lo mucho que me río todos los días, aunque sea de mí misma, y si engordo es porque he decidido darme un capricho, o dos o veinte, o porque tengo muchos amigos con los que salir de cañas y tapitas.


   Soy imperfecta, soy bastante desastre en muchos aspectos, no llevo una vida que demasiada gente envidiaría, soy muy boca chancla y meto bastante la pata, no me entiendo ni yo... ¡y me encanta ser así! me ha costado mucho llegar a ser tan imperfecta, pero una imperfección maravillosa que me encanta, y no lo cambiaría por nada del mundo... ¡¡BENDITA CRISIS EXISTENCIAL!!

   Con cariño: Mercedes


martes, 11 de agosto de 2015

Soy una borde... ¿problema?

   Vayamos al grano: mi familia, mis amigos, conocidos con los que me junto con cierta frecuencia, en resumen, gente que me quiere o me tiene cierto aprecio, no tiene ningún tipo de reparo en recordarme lo borde que soy periódicamente... se pensarán que si no lo hacen, igual se me olvida.


   La cuestión es que, si la gente que tiene buenos sentimientos hacia mí que varían desde la simpatía hasta el amor más profundo (y todos los grados intermedios) ve tan claro en mí un rasgo de carácter que, a todas luces y por todo el mundo civilizado, es considerado un gran defecto, ¿cómo es que sigo teniendo amigos? y no son pocos, que no lo digo por presumir sino porque es un hecho. 

   Es normal que la familia aguante carros y carretas. Por mucho que, cuando mi madre me cuenta algo sobre algún vecino lejano o pariente tercero por parte de bisabuela al que me cuesta poner cara, espere educadamente a que termine su apasionante relato y, una vez concluido, le diga con cara de hastío "esa información acaba de cambiar totalmente mi vida", ella no va a dejar de quererme ni de hablarme... algún zapatillazo o colleja me he llevado, sí, pero nacidos del amor y porque la madre de una hija borde necesita desahogarse de alguna manera antes de llegar a los pensamientos homicidas.

   Los conocidos o amistades de esas a las que llamamos amigos con demasiada alegría pero que ni se les ocurra pedirme un favor que no estamos en ese punto de la relación: con esos la explicación es más sencilla, simplemente la relación no es lo suficientemente estrecha como para ser ellos el objeto de los dardos envenenados que producimos en mayores cantidades que saliva cuando comemos pepinillos (¿a que ya estáis salivando sólo con pensarlo?), el objeto de nuestra bordería suele ser un camarero lento, el cansino de la mesa de atrás que habla a grito pelao, la que acaba de entrar y lleva unas pintas que parece que la ha vestido Paco Clavel borracho... y esas cosas animan y gustan mucho, sobre todo en un contexto de cañitas y unas risas.


   Pero aquí llegamos a la parte que no todo el mundo entiende: los amigos de verdad, gente que, como dice el refrán, te encontró en la calle, que no tiene ningún tipo de obligación de quedar contigo, de verte ni de hablarte siquiera y, no obstante, te llaman, te escriben y quedan contigo con toda la frecuencia de que son capaces.... ¿cómo puede llegarse a este punto si el borde es un ser tan desagradable y peligroso? La respuesta es tan evidente como retorcida: a todo el mundo le encanta tener una borde en su vida, y os voy a explicar por qué.

   La amiga borde dice exactamente lo que piensa sin tapujos, que no es lo mismo que sin filtro, de hecho la ironía o su variante más radical, el sarcasmo, no dejan de ser borderías bien elaboradas y dichas con cierta gracia. El caso es que el amigo de una borde nunca se pregunta si le estás diciendo la verdad, sabe que si no le sueltas una burrada cortante en el minuto uno, es que te parece bien lo que sea que te está diciendo, y eso quita mucho estrés. Eso sí, si preguntas la sincera opinión de una borde con la esperanza de que, por educación, te diga lo que quieres oír, lo llevas claro, porque la borde asiente educadamente y apaña todo con un "bien" si la otra persona no le importa un pimiento, de modo que si es tu amiga y te quiere, lo más probable es que no se corte un pelo a la hora de decirte lo mucho que ese vestido te marca las lorzas, lo lerdo que parece tu nuevo ligue o la mierda de trabajo que acabas de conseguir aunque a ti te haga ilusión... y es algo que debería emocionaros pues vuestra amiga borde lo hace sólo guiada por el más sincero y desinteresado amor, aunque vuestra primera reacción sea la de aguantaros las ganas de partirnos la cara. Porque el cerebro de cualquier persona normal siempre piensa antes de hablar "¿seguro que es correcto y no vas a ofender a nadie?" pero el de la borde dice "tú dilo y ya veremos qué pasa".

   La borde sigue teniendo amigos porque es bien consciente de dónde está el límite (casi siempre), y sabe cuándo hay que callarse... no conduce a nada decir a tu amiga que su hijito del alma parece un demonio de Tasmania, por lo movido y por lo peludo, o que varios estén monopolizando la conversación de forma exasperante, de modo que el sentido común habla y la borde calla, eso sí, la expresión de la cara va a su bola y cualquiera que mire no tendrá la menor duda de que la borde está pensando en maneras originales y dolorosas de asesinaros a todos.


   A la borde no se la puede obligar a hacer algo que no quiere, al menos no con demasiada frecuencia, que una puede aguantar una vez al año por eso de no quedarse sola en el mundo, pero la segunda vez que mis amigas me proponen que la quedada de chicas se haga junto a un parque de bolas a las seis de la tarde de un jueves de Julio... como que no, y no pienso ni excusa ni nada, simplemente digo que yo antes de las nueve no salgo de casa y que lo más parecido a unas bolas de colores que quiero cerca son las de un billar (que a mis amigos solteros sin hijos que proponen una mierda de plan, tampoco les ando con pañitos calientes). Tampoco me corto a la hora de decirles a los niños que se piren a jugar a otra parte, nos dejen hablar tranquilas y no molesten (NOTA: viene genial que las amigas de una borde sean muuuy educadas y tengan cierto nivel de aguante). Si estoy hasta el último pelo de soltar dinero cada dos semanas para los cumpleaños de las amigas, los maridos/novios de las amigas y los hijos (una media de tres por pareja) de las amigas, digo: "esto es un negocio ruinoso, paso de seguir regalando y no me regaléis nada a mí" y me quedo más a gusto que un arbusto aunque los demás miren como si acabase de decir que voy a dejar de usar el pie izquierdo de por vida. Tampoco es infrecuente que, cuando la cosa se pone aburrida en cualquier reunión social, la borde se levante sin previo aviso y diga "estoy cansada, me voy", y salga a la velocidad del rayo... yo estoy perfeccionando la técnica de lanzar una bomba de humo y desaparecer para añadir dramatismo a la salida, ¿a que molaría?



   Eso sí, la borde tiene suficiente carácter como para ir de frente en toda ocasión y con cualquiera, se puede tener la completa seguridad de que va de frente, no tramará planes malvados a tus espaldas ni te guardará un rencor infinito durante muchos meses para devolvértela cuando menos te lo esperas, si tiene algo que decirte te lo dirá tal cual, si no te lo dice será que pasa de seguir teniendo nada que ver contigo, pero nada de pasarse la vida dándole vueltas a lo mismo... el pasado es eso, pasado, quien le ha fallado o le ha hecho daño, que le vaya genial en la vida pero bien lejos y con quien le ha fallado pero le quieres demasiado para pasar de él, lo habla bien clarito y hace lo imposible para solucionarlo. Porque la amiga borde, ante todo, tiene muy claro lo que quiere en la vida y a quién quiere en su vida.

   En conclusión, quien tiene una amiga borde, raramente se aburre, no duda jamás de si la amiga le está diciendo la verdad porque sabe que sí, especialmente en temas espinosos que es cuando más cuesta encontrar a quien nos diga una verdad desagradable pero necesaria, basta con mirarle a la cara para saber si lo está pasando bien o desearía entrar en cualquier armario y aparecer en Narnia ya mismo, sabe que cuando queda con ella es porque la amiga borde no quiere estar en ningún otro sitio ni con nadie más, y sobre todo, sabe que, aunque no se va a librar de ser objeto de bastantes comentarios hirientes... ¡¡van a tener muchísima gracia!! y eso, amiguitos, no tiene precio.

   Con cariño: Mercedes

domingo, 17 de mayo de 2015

¿Cuando era joven?... ¿perdona?

   Hoy he vivido en carne propia el dicho ese de "una de cal y seis de arena" (la de arena es la mala, ¿no?)...

   Salgo de una comunión y, en un lateral de la iglesia, uno de los fotógrafos me mira y me pregunta: "perdona, ¿tú has sido modelo?", con una dosis razonable de fría sorpresa y conteniéndome las ganas de abrazarle gritando "¡¡graciasgraciasgraciassssss...!!", le respondo que no.... si es un fotógrafo quien lo piensa habrá que hacerle caso, se supone que entiende del tema.... el amabilísimo señor insiste: "¿en serio? es que te veo con una elegancia natural que no es muy común", yo ya al borde del llanto emocionado le repito que no, que nunca he sido modelo, y él vuelve con la frase más inoportuna de la historia de las frases inoportunas: "pues es que según te he visto andar he pensado: esta chica debió ser modelo de joven".............. "¿¡CÓMO DE JOVEN!?"................... "a los dieciocho años o así"..............


   La cuestión es, ¿¿qué edad pensaba el muy cegato que tengo?? y en caso de que aparente mi edad real (que creo que no... espero que no... Dios mío, si existes ¡que no aparente mi edad real!) ¿se supone que no soy joven? si a los treinta y pocos no soy joven ¿qué soy? porque vieja, lo que se dice vieja, no me siento. 

   Hace poco he declarado la guerra abierta a una zapatería por un comentario similar: comentando con la dependienta (dudo que le hubieran terminado de salir todos los dientes definitivos) que la mayoría de los zapatos tienen un tacón desmesurado y que yo aguanto muy mal los tacones altos, va y me responde con todo su juvenil desparpajo: "sí que es verdad, pero es que es el tipo de zapatos que llevamos las jóvenes, y claro, no os van muy bien a las que....................... tenéis más de treinta" el momento de duda vino porque vio cómo se me cambiaba el gesto de cliente-amable en demonio-asesino-a-punto-de-saltar-sobre-tu-yugular-como-termines-esa-frase-como-creo-que-la-vas-a-terminar. No he vuelto ni pienso volver.


   ¡Por cierto! no he aguantado los tacones altos nunca, ni a mis dieciocho ni a mis veinte ni NUNCA... y creo que la mayoría de "jóvenes" que los llevan andan como cigüeñas epilépticas y, a sus treinta, habrá que amputarles de uno a tres dedos de cada pie... en caso de que no se hayan caído y desnucado antes.


   El caso: ¿se supone que a los treinta ya no se es joven? porque estamos en un momento en que a personas de cincuenta, de sesenta e incluso de setenta se les considera jóvenes porque, sencillamente, lo son. Se cuidan física e intelectualmente, se quieren, se mantienen activos, se relacionan y tienen muchos motivos por los que vivir e ilusionarse. Entonces, ¿qué pasa en ese periodo entre los "maravillosos" veinte y los "serenos" cuarenta?, ¿entramos en una especie de limbo temporal inclasificable?.

   Pues me niego. No pienso permitir a nadie que me haga sentir ni por un momento que no soy joven o que no estoy en los mejores años de mi vida: en mi adolescencia era una cosa bastante sin gracia, un manojo de inseguridades, me daba vergüenza casi todo y la moda de los noventa no era, precisamente, favorecedora; mis veinte fueron una etapa de muchos cambios, la mayoría por causas ajenas a mi voluntad, y me los pasé buscándome en todos los sentidos. 


   Es ahora, en mis treinta (y...) cuando estoy tranquila, cuando tras meses de dieta me miro en el espejo y me dan ganas de besarme por el cuerpo, no que la madre naturaleza ha tenido a bien concederme, sino que me he currado a base de fuerza de voluntad, aunque no se parezca en nada al de Giselle Bundchen. Es ahora, cuando sólo me rodeo de quien me aporta cosas positivas y me alejo, sin necesidad de disimular, de quien tiene una personalidad tóxica o, simplemente, no me cae bien. Es ahora cuando me puedo mostrar natural con todo el mundo, bailar a tope y cantar a gritos en un bar si me gusta la canción, hacer un comentario lapidario de los míos si me lo ponen a huevo, o vestirme con lo que me apetezca porque me importa bien poco (o nada) la aprobación de los demás, cuánto menos de los desconocidos. Es ahora cuando, si un hombre (decir chico a partir de los treinta, queda rarito) se me acerca, no pienso que es demasiado bueno para mí o que no lo merezco, y si no va la cosa como a mí me parece que debe ir, es ahora cuando le puedo mandar a hacer puñetas con todas las letras y no pensar que era demasiado bueno para mí, sino que YO soy demasiada mujer para él y que es él quien se lo pierde, porque es ahora cuando sé que mi felicidad no depende de terceras personas sino de mí misma. Es ahora cuando de cada varapalo que me da la vida, saco un aprendizaje y me hago más sabia en lugar de deprimirme porque el mundo es un lugar cruel y yo soy la más desgraciada de las criaturas. Es ahora cuando, si no me apetece hacer algo, simplemente no lo hago, sin importarme quedar bien, mal o regular delante de nadie....... Es ahora cuando me siento LIBRE...... es ahora cuando me gusta estar en mi piel.


   Así que ¿joven?... perdona dependienta de zapatería/Zara/tienda-que.contrata-adolescentes-porque-son-monas, no fue a los diecitantos ni a los veinte cuando me he sentido verdaderamente joven, ¡¡es ahora!! y espero que me dure hasta que me muera hecha una verdadera uva pasa e importándome lo mismo que ahora lo que piensen los demás de mí.

   Con cariño: Mercedes

domingo, 5 de abril de 2015

La vida a través de una pantalla

   Acaba de terminar la Semana Santa y, como ya sabéis que soy una fan absoluta del folclore patrio, no me he perdido ni una procesión... bueno, las de las tres y las seis de la madrugada me las he perdonado. 

   Ya comenté en cierta ocasión que una característica mía es que observo y me fijo, me fijo mucho, me fijo en todo lo que me rodea, y saco conclusiones. Mis conclusiones de estos días han sido numerosas tras observar las extrañas costumbres inherentes al ser humano, sobre todo en fechas que se salen un poco de lo común: que en primavera es corriente ver en el mismo lugar a una persona con un plumas y botas altas y a otra con tirantes y pantalón corto; que cuando más prisa tengo, más despacio anda la gente y se abre en formación de abanico ocupando toda la calle; que cogen el coche los más torpes de España y todos vienen a aparcar a mi calle; que la fritura de pescado que se comen tres señoras mayores en diez minutos no nos la vamos a terminar en la vida cuatro personas normales, y un largo etcétera. Sin embargo son dos las conclusiones más importantes y valiosas que he sacado esta Semana Santa: que las procesiones y demás tradiciones religiosas cada vez tienen menos que ver con la religión, pues para vivir en un país con un creciente ateísmo, no hay Dios que consiga encontrar hueco para ver una procesión, y que cada vez hay más gente que, en lugar de mirar directamente los hechos y lugares, los mira a través de la pantalla de su móvil.


   No es algo de lo que me haya dado cuenta ahora, de hecho ya hace mucho que me pone un poquito de los nervios (cosa rara en mi, que soy una persona pacífica y tranquila) tanta pantallita luminosa y tanto palo de selfi. Y diréis: "¿qué demonios te importa a ti si la gente hace fotos y a quién se las hace?" y tenéis razón, a mí me da exactamente lo mismo... hasta que esas personas están delante de mi mientras intento ver algo, y en el momento crucial estiran todos sus brazos al unísono y, si quiero enterarme, o lo veo en la pantalla con mejor resolución o ya me puedo ir olvidando, llámalo procesión, llámalo boda-bautizo-comunión, llámalo cumpleaños, llámalo espectáculo callejero, llámalo como te parezca, pero ganas me dan de sacar la motosierra y pasarla a ras de cabezas.


   No es noticia nueva que he trabajado en varios sectores relacionados con el turismo y además, en Toledo no hace falta buscar mucho para encontrarte con una buena manada de ellos; la observación de unos pocos delata los mismos comportamientos, uno cada vez más común es que la gente, según llega al monumento objeto de su búsqueda, lo primero que hace no es lo que yo considero lo normal en estos casos, que sería quedarme embelesada contemplándolo y tratar de retener en mis retinas cada detalle... no, ahora lo que más se hace es darle la espalda al monumento, sacar el móvil y ¡¡selfi!!, a continuación, con la sensación del deber cumplido... ¡a por el siguiente!. He llegado a ver a gente que va con el condenado palo de selfis grabando un vídeo de ellos mismos mientras andan por la ciudad en plan casual, ¡lo juro!. Yo me preguntaba por qué este comportamiento, por qué viajar para hacerse uno fotos delante de monumentos, cuadros o paisajes maravillosos y no dedicarles más tiempo a observarlos directamente de lo que tardan en encuadrar la foto en cuestión en sus móviles, cámaras o tablets. Entonces me metí en facebook y lo entendí: no viajan para conocer, ver y disfrutar, viajan para hacer fotos, colgarlas en facebook (muchos no esperan ni a volver, lo van haciendo en directo) y dar envidia al prójimo... y ya no me meto en los que van mandando el reportaje fotográfico a sus grupos de whatsapp, debería estar tipificado en el código penal.


   Y no es solo las vacaciones, que podéis decir "a todo el mundo le gusta tener fotos de los sitios a los que va para tenerlas de recuerdo", y yo no soy menos, me encanta hacer fotos (con mi cámara), pero precisamente por eso sé que mirando a través de un objetivo te pierdes muchas cosas y que, aunque nos creamos lo contrario, las doscientas treinta y siete fotos que sacamos de nuestro momento especial, luego no las vamos a ver jamás... salvo cuando invitamos a los amigos para darlos envidia y cuando las seleccionamos para subirlas a facebook, que acabamos aburridos de ellas después de dos visionados.

   No es sólo las vacaciones, decía, porque ahora tenemos fotos y vídeos con el móvil de todo, fotos y vídeos abocados a ser borrados sin volver a mirarlos cuando nos aparezca el simbolito de memoria llena: el cantito del cumpleaños feliz de cada cumpleaños al que acudimos, los sobrinos-hijos-hijos de amigos montando en bici-jugando en la arena-haciendo cualquier tontá de niños, un perro-gato-bicho de cualquier clase que se nos acerca, un mimo gracioso por la calle.... podría no acabar nunca porque el milagro de no tener carrete que revelar o cinta nueva que comprar, hace que hagamos fotos y vídeos así, a lo loco, sin pensar si luego nos gustarán o nos apetecerá conservarlos o verlos otra vez, porque total, no cuesta nada...... les daba yo a los adolescentes de ahora un carrete de 24 y que lo malgastaran haciéndose autofotos (que es como llamábamos a los selfis en mis tiempos) sin saber cómo iban a salir porque no había pantallita de muchos mega píxeles para hacer posturitas que a ellos les parecen sexys (¡cuánta falta de tortas ha habido!) y les hacía de pagarse el revelado con su escasa paga en pesetas para ver que más de la mitad de las fotos no valía o estaban borrosas, y luego guárdalas, no en una mini tarjeta de muchos gigas, sino en cajas de cartón compradas en el chino.


   Sinceramente, ¿es necesario que captemos en imágenes digitales todo lo que vivimos por ordinario o extraordinario que sea?, ¿tan grave sería que algunas cosas quedaran simplemente en el recuerdo?, porque viendo la cantidad de gente que en esta Semana Santa hacía fotos y grababa vídeos de cada procesión, estoy convencida de que no van a volver a verlas nunca pero que, además, se han perdido gran parte de la experiencia por no mirarla directamente sino a través de una pantalla, y eso no hay mega píxel que se lo devuelva.


   Es humano buscar la permanencia de aquéllo que nos hace felices o nos parece exótico, pero más humano aun es vivirlo y disfrutarlo con los cinco sentidos, dos de los cuales, al menos, nos quita el estar tan pegados a la estúpida pantalla. Pensad que, aunque sea maravilloso grabar los primeros pasos de vuestros hijos para conservarlos muchos años, el hecho de grabarlos supone que no los estáis viendo en directo, os los habréis perdido. El hecho de petar el facebook con vuestros selfis frente a las grandes maravillas de nuestro planeta, puede suponer que vuestra experiencia quede al nivel de haber comprado una guía de viajes en el kiosko de la esquina. Grabar o fotografiar un eclipse o el paso de un cometa de forma compulsiva, puede hacer que os perdáis la contemplación de un hecho irrepetible, para eso mejor lo buscáis en google.

   Por mi parte, prefiero vivir la vida en directo, sentirla plenamente y valorarla como se valora todo lo efímero, como un tesoro que debo conservar en mi memoria y que me pertenece sólo a mí, no a mis contactos de facebook ni de whatsapp, tanto la imagen, que seguramente se verá difuminada y modificada por el paso del tiempo, como los olores, sensaciones y los sentimientos que me provocó ese hecho del que he perdido la oportunidad de sacar una imagen digital que perdure durante décadas y no me importa. En resumen, no pienso ver pasar la vida a través de una pantalla.

   Con cariño: Mercedes

domingo, 22 de marzo de 2015

El lado negativo de las cosas

   El otro día mi amiga Pitita mandó al grupo de whatsapp que tenemos los amigos unas fotos del programa para esta semana de fiestas que se acerca, anunciaban a bombo y platillo un mercadillo temático, pero no el trilladísimo y requetevisto mercado medieval que viene cada quince días con los mismos puestos, atracciones (que no atraen a nadie) y espectáculos que no salen de las aves de cetrería y cuatro tíos con gaitas y panderetas tocando para que dos hippies con rastas salten alrededor, que a la primera no está mal y llama la atención pero es que ya casi los conocemos por sus nombres. Pues en este caso el mercadillo temático ha cambiado y va a ser algo totalmente distinto y revolucionario, va a ser.... ¡tatacháaaaaaan!.................. ¡¡un mercado renacentista!!

   
   Pues el caso es que ella lo pone con toda su buena voluntad, con el único afán de hacernos conocedores de la oferta lúdica-festiva de la semana presente sin esperar nada a cambio, pero mi naturaleza es más fuerte que la prudencia y las buenas maneras y no puedo más que responder: "no os engañéis, no es más que el mismo mercado medieval solo que los de los puestos han lavado los trajes"

   Cuando se lo conté a mi madre le dio un ataque de risa, a mi me pareció que la reacción era desproporcionada, la cosa no tenía tanta gracia, pero lo que en realidad le hacía gracia era pensar en las reacciones de mis amigos cuando leyeran las respuestas cortarrollos que suelo dar a sus comentarios positivos e inocuos; eso me hizo pensar, ¿por qué tengo esa necesidad de hacer ver a todo el mundo el lado feo, malo y chungo de las cosas? yo presumo de ser una persona positiva pero siempre realista y equilibrada, y es ese punto de realidad y equilibrio lo que me hace buscarle a todo lo malo un lado positivo pero también el lado negativo a todo lo aparentemente bueno... eso sí, con gracia.


   Es por eso que, cuando me entero de que se ha formado una pareja nueva, no puedo evitar calcular cuánto tardarán en romper, a veces incluso aventuro el motivo (y es que hay casos muy obvios). Cuando alguien ha tenido un bebé, desconozco el motivo, suelo encontrarle parecido con un elfo doméstico y me cuesta aguantarme la risa, pero tengo súper perfeccionada la conversión de la mueca en sonrisa tipo es-la-cosa-más-mona-que-he-visto-en-mi-vida-y-me-lo-quiero-comeeeeer. Cuando esa gente que ha tenido niños se dedica a petar los grupos de whatsapp con fotos de dicho bebé comiendo, durmiendo, riendo, llorando, con/sin pañal, ropa de invierno, avance de temporada primavera/verano, jugando a la pelota, haciendo el pino-puente y medio millón de maneras más... es que según me llegan las borro, en primer lugar porque a muchos de esos bebés ya los conozco al natural y no se me van a olvidar sus caras en cuestión de una semana, y luego está el consabido problema del espacio en las memorias de los móviles, pero cuando manifiesto públicamente que las borro sin apenas mirarlas, ¡la gente reacciona como si yo fuese la heredera de Herodes!, no odio a esos pequeños "milagritos regordetes", pero paso de tenerlos en mi móvil, ¿tan raro es?. 

   O cuando alguien se va de vacaciones y las retransmite en directo vía facebook o peor aun, vía whatsapp. La gente en los grupos pone (leer con voz de pija) "manda fotos porfa" que yo hay veces que ya no lo digo pero es que me dan ganas de decir: "vamos a ver, en primer lugar si yo me voy de vacaciones voy a desconectar de todo, incluidos vosotros, así que no voy a estar pensando en mandaros un reportaje completo de mi viaje a tiempo real; y en segundo lugar, si soy la que no me he ido y estoy fastidiada en casa mientras tú disfrutas de unas vacaciones geniales... ¿qué te hace pensar que quiero que me lo restriegues a todas horas?, ya aguantaré el power point completo cuando vaya a tu casa para comerme el surtido de comidas típicas de donde quiera que hayas estado, precio a pagar por ponerte las botas gratis de productos más o menos exóticos".

   Luego están esas cosas que parece que a todo el mundo le hacen un montón de ilu y que a mí me dan igual: el otro día medio confirman que puede ser, que quizás, a lo mejor, unos huesos que han encontrado mezclados con los de otros dieciocho individuos, quizás sean de Cervantes, ¡la gente se ha puesto como loca! y yo no entiendo por qué; me preguntaron unos alumnos en clase sobre este tema y me dijeron que para qué servía este descubrimiento, mi respuesta fue clara: "antes decían, aquí está enterrado Cervantes, y ya está; ahora dirán, aquí está enterrado Cervantes, lo hemos comprobado, 1'50€ por favor, y la gente lo pagará y se irá súper contenta". ¡Pérdida de tiempo más tonta!.


   Y eso para cuando mi madre, que es la persona con la que más confianza tengo en la vida, me cuenta cualquier cosa que ha escuchado, leído o me informa sobre alguien que conocemos; no necesariamente es nada importante, en ocasiones es sólo por conversar... hablar por no estar calladas, vamos. Entonces, cuando termina de contarme lo que sea, con toda su buena voluntad de dialogar con su hija, voy le digo con cara de aburrimiento: "esa información ha cambiado por completo mi vida" a lo que suele seguir un zapatillazo o colleja (y bien merecida), razón por la cual ahora evalúo la distancia que nos separa antes de dar tan borde y desagradable respuesta.


   Y a veces me pregunto, ¿por qué tengo este gen que me impulsa de forma irracional a fastidiar al prójimo cuando más feliz e ilusionado está?. No lo sé, será este puntito oscuro que crece en mi alma poco a poco y me impulsa a luchar contra esa corriente destructiva de buen rollito que trata de dominar el mundo; si yo no pusiese mi punto de oscuridad y negatividad en cuanto me rodea, el mundo sería un lugar lleno de flores, mariposas, osos amorosos y unicornios vomitando arco iris por todas partes... ¡un infierno!.

   Lo mejor de todo es que, aunque a veces os llevéis las manos a la cabeza por mis respuestas (que pueden llegar a rallar lo siniestro), seguís siendo mis amigos y llamándome para quedar, con lo que, en el fondo de vuestros rosas, cálidos y esponjosos corazones, sabéis que algo de razón llevo.

   Con cariño: Mercedes

domingo, 8 de febrero de 2015

Educación

   Aunque terminé ya mi trabajo en el colegio y escribí sobre una de las conclusiones que saqué de mi breve experiencia, también comenté que habría más... y lo prometido es deuda.

   El título de este post puede parecer muy amplio, ¿a qué me estoy refiriendo?, ¿voy a hacer una ácida y mordaz crítica del sistema educativo?, ¿voy a entrar a valorar si se está sacando de las nuevas generaciones todo lo que son capaces de dar?, ¿voy a comparar la formación de nuestros padres, la nuestra y la de ahora y a decidir cuál es mejor?... pues va a ser que no. En este caso la respuesta más obvia es la correcta: me refiero a la EDUCACIÓN, buena o mala, presente o ausente de las vidas de los jóvenes y niños, de la que va íntimamente unida a la disciplina o falta de ella.


   En este caso, mi experiencia como profesora de secundaria me ha hecho observar a los chicos más de cerca y más de seguido, pero ya tenía cierto contacto previo: quien me conoce sabe que llevo años dando catequesis a niños de entre siete y nueve años y a adolescentes de entre once y trece, y llevo este tiempo observando y viendo muchos puntos en común.

   Desde muy pequeña he tenido una gran disciplina en casa y la palabra educación estaba siempre presente, hasta el punto de que mi tía y mi abuela empezaron a llamar a mi madre sota de bastos por lo firme que era conmigo en determinadas ocasiones. He recibido castigos, he recibido algún que otro azote (en mi casa nunca fueron de collejas ni capones), si algo se me ha negado he tenido que lidiar con la frustración y aguantarme porque si me cogía una rabieta, a la frustración se le añadía además un castigo... y ¿cuál ha sido el resultado?: no estoy traumatizada, me podían llevar a cualquier parte por pequeña que fuera, sé acatar las normas de donde estoy en cada momento, soy capaz de retener mi mal genio y mis ganas de gritar y, sobre todo, no hago un mundo de cada cosa por el simple hecho de que no salga como yo quiero.


   La pregunta es ¿los jóvenes de ahora son así?, ¿saben acatar las normas?. Como buena hija de mi madre, me gusta definirme como una sota de bastos porque mantengo a los chicos a raya, en catequesis de comunión mi grupo es el que nunca mete escándalo en su clase, el que mejor se sabe todo lo que se tienen que aprender y los que en las actividades comunes se portan mejor; en confirmación son adolescentes y tienen su puntito rebelde pero, cuando hemos hecho actividades en común, hemos podido estar pendientes de otras cosas porque sabíamos perfectamente que ellos se iban a comportar.... ¿He tenido suerte con los chicos?, ¿se me han asignado a mí auténticos modelos de conducta?.... más bien, no les he dejado pasar una desde el primer día y, de ese modo, luego todos hemos estado más relajados, sabiendo yo que me puedo fiar de ellos y ellos hasta dónde pueden llegar.


   Me he dado cuenta de que no es que las nuevas generaciones sean más rebeldes o malas que las anteriores, muchos chicos se comportan de una manera determinada porque no saben que eso no se hace, no saben qué es lo que tienen que hacer ni cómo comportarse. Cuando iba por el pasillo del colegio, era yo quien tenía que esquivar a los chicos, ellos no se apartaban jamás aunque me veían llegar, ¿lo hacían por maldad? sencillamente no, es que no saben que son ellos los que deben dejar pasar a un adulto cuando se crucen con él por el pasillo o en una puerta, nadie se lo ha dicho, ¿qué esperamos?, ¿que les llegue por ciencia infusa?. En las clases están sentados de medio lado, con los libros sobre las rodillas y despatarrados (las chicas también, ojo), por supuesto yo les decía que así no podían estar, que se sentaran de frente, con el culo bien pegado al respaldo, sobre las cuatro patas de la silla y con el libro sobre la mesa... ¡¡madre mía qué drama!!, uno de ellos hasta me dijo que le daba agobio sentarse así; yo no cejaba en mi empeño y, cada vez que veía a alguien sentado de forma incorrecta, le llamaba la atención y le hacía sentarse bien, al minuto ya estaba otra vez de medio lado y despatarrado, no por rebeldía sino porque le salía solo, están acostumbrados a sentarse fatal y nadie les corrige...... ¡pero es que les tenían que llevar corrigiendo desde primaria!. 


   A otro chico, antes de empezar una clase le digo que se quite el gorro y me dice que tiene frío, yo insisto y él me pregunta que por qué, si siempre se lo deja puesto y nadie le dice nada. Yo le contesté que, en primer lugar, debía obedecer porque su profesora se lo estaba mandando y, en segundo lugar, porque, llevar gorros en lugares cerrados, como una clase, es de mala educación y debían aprenderlo, que si otros profesores no le decían nada, allá ellos, pero en mi clase había que comportarse con educación en todo momento... ¿era cierto que los otros profesores no le habían dicho que no estuviera en clase con el gorro? en ese caso, ¿por qué permiten esa falta de educación?. Una de mis frases más repetidas ha sido que una de las claves del éxito estaba en saber estar en cualquier parte: en la verbena del pueblo, en la clase de historia y en una recepción con los reyes en la Zarzuela.


  Sobre levantar la mano para pedir la palabra... de todo, pero lo más generalizado era hablar y cortar directamente, luego no debemos sorprendernos cuando tengamos adultos que nos interrumpen al hablar y no comprenden nuestras caras de disgusto, lo que vamos a tener es tertulianos del corazón. También he presenciado (alguno lo he vivido en carne propia) cómo alumnos hablaban con profesores a grito pelao, no necesariamente contra ellos sino defendiéndose de alguna circunstancia que ellos entienden como una injusticia, ¡¡pero menudos gritos pegaban los chavales!! yo no consiento ni una milésima parte de lo que presencié... de hecho puse dos partes disciplinarios por hablarme mal en una clase; luego esos chicos, se acercaron a hablar conmigo y entre sus justificaciones para su comportamiento, aparte del consabido "nos has cogido manía porque somos repetidores" (ni lo sabía), "pues con otros nos portamos peor y no pasa nada" (eso es problema de los otros, no mío), "es que tienes muy poca paciencia" (¡date cuenta!), "total para lo que vas a estar, buena gana de complicarte la vida poniendo partes" (no guapos, yo no me he complicado la vida, os la habéis complicado vosotros solitos).... la que me hizo reír por no llorar fue "es verdad que te hablamos mal y nos pusimos nerviosos, pero es que estamos en la edad y es normal que no sepamos controlarnos, tú deberías entenderlo" y esto es verídico, no parecieron entenderme cuando les dije que más les valía adaptarse ellos a las normas del mundo o el mundo se los acabaría comiendo vivos, y eso pasaba por aprender a controlar el mal carácter, por aprender a dialogar y razonar si se sentían víctimas de una injusticia y por saber estar.


   En ningún momento tuve que decir que me trataran de tú... porque ni uno solo me trató de usted en ningún momento. Hace poco, un chaval de unos catorce años se dirigió a mí para hacerme una pregunta y me habló de usted, el chico que estaba con él se rió y le dijo burlándose que cómo me hablaba de usted, que si era tonto, a lo que yo contesté que había hecho lo correcto, que cuando se dirigieran a un adulto SIEMPRE debían hablarle de usted de primeras, y una vez aclarado este particular, le dije al primero que, no obstante, podía tutearme. He trabajado muchos años de cara al público en distintos lugares, sobre todo relacionados con el turismo, y me he acostumbrado a tratar a los clientes de usted, aunque fueran más jóvenes que yo, ¿por qué? porque es la manera correcta de iniciar una relación comercial, lo primero, y luego porque a mí me dan ganas de matar cada vez que voy a Zara o similar y las dependientas se dirigen a mí con los apelativos cariñosos de cari, chiqui  o guapa.... perdone, a lo mejor me falla la memoria pero usted y yo ¿cuándo hemos comido juntas? será por eso que no voy mucho a Zara; se puede dar un trato familiar sin dejar de ser correctos....... estos son los que nunca hablaron a sus profesores de usted y se sentaban de lado.


   Acabando con la pregunta que iniciaba esta disertación, ¿los chicos de ahora están peor educados que los de antes? la respuesta es no, no están mal educados, sencillamente... no están educados; no podemos exigirles que tengan un comportamiento que no les hemos enseñado, no se les dice lo que se espera de ellos ni se les enseña a saber estar desde chiquititos, no es raro ver docenas de niños corriendo, revolcándose por el suelo y chillando en restaurantes o lugares públicos sin que sus padres se inmuten siquiera, ¿cómo van a saber esos niños que lo que están haciendo está mal si sus padres no se lo dicen? y sobre todo,  si no les dicen qué es lo que deben hacer en lugar de molestar al resto de personas inocentes que intentamos disfrutar de un momento agradable fuera de casa; por ello luego tenemos adolescentes groseros y adultos insoportables... y con el ¡¡yo soy así!! lo zanjan todo.

   Darle normas y disciplina a un niño no le va a hacer infeliz, todo lo contrario, le va a facilitar mucho la vida en el futuro, aunque de pronto nos canse y nos duela tener que regañarles como padres, tíos, catequistas o profesores que les queremos y nos desagrada ver esas caritas de pena y sorpresa. Una persona que conozco, cuando castigaba, regañaba o negaba algo a sus hijos y ellos lloraban y se enfadaban, les decía la frase más sabia que he oído nunca: "prefiero que llores tú ahora a tener que llorar yo en el futuro".

   Con cariño: Mercedes

domingo, 25 de enero de 2015

Eufemismos

Eufemismo. (Del latín euphemismus)Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.

   Si hacemos caso a la definición que encontramos en el diccionario de la RAE, el eufemismo sería, a priori, algo bueno, positivo, agradable, que fue inventado con la intención de hacernos la vida un poco más fácil a todos. Si esto es así..... ¿¿¡¡por qué a mí me pone de tan mala leche!!??.

   Y es que más de la mitad de la población de habla hispana no tendrá ni la más remota idea de qué es un eufemismo pero, eso sí, todos son maestros en el uso (y a veces abuso) de este recurso. Tampoco es nada del otro mundo, viene a ser utilizar una palabra o frase más o menos inocente para no decir abiertamente lo que no queremos decir... pero nos morimos por decir... pero estaría feo... o sería desagradable... 


   El uso del eufemismo, en sí mismo, requeriría de cierta habilidad y conocimiento del lenguaje, pero esto no hace falta desde que existe la prensa, muy especialmente la del corazón, que debe de contar con una tecla de eufemismo automático que pulsa casi compulsivamente, venga a cuento o no. Porque, vamos a ver, el que acuñó la expresión larga enfermedad para referirse al cáncer, debió reclamar derechos de autor y ahora sería dueño de una isla en la Polinesia... ¡que no se les cae de la boca a los periodistas!, vale que el cáncer es una cosa muy chunga, en mi casa lo hemos vivido de primera mano (demasiado, por desgracia), pero el hecho de no mencionar el nombre no hace que los efectos sean menos malos, ¿qué sentido tiene? Es cierto que puede durar incluso años, entonces tendría sentido aludir a su duración, aunque me parece una soberana cursilada, lo que ya es de traca es lo que escuché el otro día en la radio: "murió rápidamente por una larga enfermedad" y esto es verídico, ¿hace falta que diga más?. ¡¡Se llama cáncer!! ¡¡¡y no va a empeorar por nombrarlo ni a desaparecer por no hacerlo!!!.

   El eufemismo se ve alimentado por temas desagradables, como hemos podido comprobar, y se hace un alarde exagerado cuando hablamos de la muerte. Desde hace algunos años nadie se muere o fallece, se va, desaparece, nos deja, etc; es de lo más habitual escuchar en los medios de comunicación que fulano nos dejó hace unos meses, que mengano se fue repentinamente (quizás por una larga enfermedad) o que lamentamos la desaparición de perengano... Ni se ha ido a ninguna parte, ni nos ha dejado ni ha desaparecido... ¡¡SE HA MUERTO!! y la realidad no va a cambiar por negarla.


   Las guerras ya no son guerras, son intervenciones militares con daños colaterales, no hay mendigos en las calles, hay personas sin techo, nadie aborta hoy día, practica una interrupción voluntaria del embarazo, los estudiantes ya no suspenden sino que obtienen una calificación insuficiente, las limpiadoras o criadas son una reminiscencia franquista, lo que ahora priva es tener empleadas del hogar (que cobran lo mismo pero suena mucho más fino), nadie conoce ya a un borracho sino a una persona con problemas de alcoholemia, ya no hay cojos cojeando por ahí sino personas con movilidad reducida, nadie va hoy día a la cárcel sino que ingresa en un establecimiento penitenciario y, por supuesto, en España no hay parados sino desempleados, desocupados o población inactiva.


   Pero el eufemismo de los eufemismos, el eufemismo por antonomasia que, además, se ha puesto muy de moda pero que no es nuestro, lo hemos heredado de los americanos (que son los reyes del eufemismo), es políticamente correcto. Dudo que mucha gente que lo usa tenga la menor idea de lo que está diciendo, de ser así no lo usarían; es una manera cursi de decir que las cosas claras son desagradables o suenan mal y es preferible ser hipócritas y darle un nombre rimbombante... vamos, usar un eufemismo: "decir negro es políticamente incorrecto, se dice persona de color", "llamarlos gitanos suena racista, lo políticamente correcto es llamarlos personas de etnia gitana... pero que no entren en mi tienda", "no digas viejos, suena más políticamente correcto decir personas de la tercera edad", "es políticamente incorrecto llamarla gorda, mejor mujer de talla grande"... Seguimos sintiendo lo mismo hacia el objeto de nuestro eufemismo, seguimos apartándonos cuando nos cruzamos por la calle con alguien que no nos da confianza, seguimos quedándonos mirando cuando alguien nos desagrada a la vista por el motivo que sea, seguimos juzgando sin conocer basándonos en lo que vemos, y eso no nos parece que esté mal... pero sí lo está decirlo, es políticamente incorrecto. ¿Cambia en algo nuestra actitud si cambiamos el nombre? una vez más, NO.


   Si el ser humano emplease el mismo esfuerzo en cambiar su actitud hacia las cosas y situaciones que le incomodan que en buscarles nombres rimbombantes, el mundo sería un lugar mucho mejor.

   Un ejemplo muy claro lo encontramos en Harry Potter donde nadie pronuncia el nombre de Voldemort porque les da mucho miedo, incluso cuando creen que está muerto, todos le llaman Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, ¡ya ves tú! Hasta que llega la repipi de Hermione y dice la frase clave: "no nombrar el objeto de nuestro miedo hace que ese miedo se incremente", y qué razón tenía la muy repelente. 


   ¿Quién empezó con esta locura de los eufemismos?, ¿quién decidió un buen día que era ofensivo llamar gitanos a los gitanos, negros a los negros, gordos a los gordos o viejos a los viejos como se ha hecho toda la vida? por poner un ejemplo, ¿y por qué lo decidió?, mejor todavía: ¿por qué los demás entramos al trapo?. Nadie se sentía ofendido, las etiquetas han estado ahí siempre, a todos nos han puesto alguna, y lo que de verdad nos sentaba mal no era la palabra sino la mala leche con que nos la escupían a la cara.

   Deberíamos dejar de temer llamar a las cosas por su nombre, por mucho miedo que nos den o por mucho que nos desagraden, de este modo las normalizaríamos y perderían gran parte de su carga negativa. Estos eufemismos vienen de gente acomplejada que nos está contagiando a los demás. ¡Basta de complejos! y sobre todo... ¡por favor!..... ¡¡BASTA DE EUFEMISMOS!!

   Con cariño: Mercedes